El gusto de saber estar contigo
- aleegsrr
- 6 jun
- 4 Min. de lectura
Mucho ya he escrito sobre la importancia de estar con uno mismo, de regresar la mirada hacia el interior. A veces, tanto dentro como fuera del consultorio, me sorprendo con la sinergia de los temas que acontecen por momentos: aquellos que se entretejen mandando señales que se presentan en lo que surge alrededor, casi como si lo invisible señalara que hay algo para atender, visualizar, sanar o simplemente recordar.
Estos días, lo que más he tenido presente es la dificultad para conectar, comprender y comunicar el verdadero valor del amor propio y cómo implementarlo en acciones: ese "gusto de saber estar contigo". ¿Por qué a veces cuesta tanto? Porque somos, si lo vemos en proporción a todo lo existente, pequeños seres racionales que, a menudo, nos envolvemos tanto en todo lo que sucede en el exterior que puede resultar en perder la claridad que tenemos en nuestras vidas e incluso, en un abandono a nosotros mismos.

La sobrecarga de creencias y expectativas externas
En un mundo saturado de información con redes sociales, entretenimiento, recomendaciones sobre las relaciones de pareja, de apariencia y éxito económico; la brecha de contacto real con uno mismo se hace cada vez más grande. La presión de cumplir estándares externos ("debo de encajar en esto o aquello") provoca que muchas personas contacten con una sensación de la 'no realización', 'no encajar' o 'no ser suficiente'.
Pensamos que necesitamos alcanzar ciertos logros como: encontrar la pareja perfecta, un empleo estable, el estatus social; antes de "merecer" sentirnos plenos. Pero en esa carrera, se nos olvida reparar en lo que ya somos: seres únicos, en constante desarrollo, con historias, gustos y emociones propias.
La belleza de la individualidad
Hay algo hermoso en entender que todos somos diferentes.
Cada quien piensa, siente y vive de manera única. Nos unimos por la experiencia compartida de ser humanos.
Pero, cada quien define sus propios estándares de bienestar: lo que le hace bien, lo que le gusta, lo que le apasiona.
Cuando asumimos nuestra individualidad con orgullo, sin compararnos o sentir culpa, descubrimos el encanto de gozar la vida según nuestras propias reglas y gustos. Por eso es tan valioso el "gusto de saber estar contigo":
Salir solo a una actividad: Ir al cine solo a ver esa película que tanto quieres ver, ir al parque a caminar a tu ritmo, sentarte y pintar, escuchar exactamente la música que te enchina la piel, disfrutar de tu platillo favorito en ese restaurante que tanto te gusta, sin depender de la compañía.
Regalarte tu presencia: Te conviertes en la mejor compañía posible, degustando cada instante del encuentro contigo mismo.
Agradece tu singularidad: Más allá de la competencia, rodearte de quienes te inspiren, abrazar lo que te define y reconocer la belleza propia y ajena.
Cruzar el área de confort
A menudo, la razón por la que renunciamos a experiencias propias es el miedo a salir de nuestro círculo cómodo. “¿Y si no encuentro con quién compartirlo?” nos preguntamos, y entonces acabamos encerrados en la desconexión. Pero justo en el acto de atreverte a ir solo, suceden “regalos” inesperados del universo: coincidencias con otras personas que vibran en tu misma frecuencia, sorpresas sencillas como unos nachos deliciosos en el cine, o conversaciones significativas que no habrías tenido si te hubieras quedado en casa.

Aprender a abrazarte y a consentirte
El acto de encontrarle el gusto a estar contigo mismo nace de abrirte al permiso de abrazar, en lo literal y en lo figurado, tu propia existencia. Es darte la oportunidad de recibir cariño:
Identificar cómo te gusta ser amado: Tal vez descubras que disfrutas más escucharte que hablar, o que un paseo en soledad te brinda un afecto tan real como el que recibes de los demás. Logres identificar cuáles son los detalles que le dan calor a tu alma y corazón.
Probar y aprender: Con cada experiencia descubres qué tipo de cuidado mereces y cómo te gusta tratarte; es un aprendizaje que rara vez se transmite en la educación tradicional. Se enseña a comportarse con los demás, pero casi nunca cómo actuar con amor hacia uno mismo ni cómo disfrutar de la propia compañía.
La práctica del amor propio como semilla para el afuera
Al aprender a cuidarte y a amarte desde dentro, desarrollas una base sólida para relacionarte con los demás de manera auténtica. El amor propio se proyecta hacia fuera y:
Te ayuda a elegir con quien compartir tu vida: Ya no buscarás llenar un vacío externo, sino que seleccionarás personas y momentos que complementen lo que ya te nutre internamente.
Expandes el cuidado: Al conocerte y atenderte primero, puedes cuidar a otros desde un lugar genuino, no desde la necesidad de recibir algo a cambio.
Un amor replicable: Dejarás de suponer sobre cuáles son las acciones de amor que puedes realizar, sino que podrás partir de una base sólida, tú mismo, como guía para relacionarte con las personas que te rodean.
Conclusión: asume tu autenticidad
No existe una receta universal para encontrar el gusto de estar contigo. Sin embargo, hay algo innegable: la autenticidad es algo que vale la pena atesorar. No se trata de ser “mejor” que los demás, sino de asumir con orgullo tu ser completo y diferente. Cuando te sabes cuidar y amar, podrás también compartir amor y cuidado con quienes te rodean.
Así que hoy, regálate el permiso de elegir una actividad que te resuene, de ir sin expectativas, de abrazarte con ternura y descubrir los regalos que surgen cuando te eliges a ti mismo. Posteriormente, podrás extender esa plenitud de tu interior a todos los que lleguen a tu mundo.
Nota del autor: Dedico y agradezco a Mike por la sugerencia del tema de hoy que disfruté tanto escribir.
Si te interesa encontrar acompañamiento y guianza para contactar con tu amor propio, siempre puedes escribirme y con gusto te acompañaré en este lindo caminar de lo más importante, que eres tú.
Me encanta la facilidad con que describes un evento.