"Cuando me vaya, me voy..." solía decir mi abuelita con un tono que siempre nos sacaba una sonrisa, "...entonces podrán hacer conmigo lo que quieran". Qué sabia manera de expresarlo, recordándonos que aprovechemos su presencia mientras esté aquí.
Qué maravilloso es vivir con la consciencia de que podemos "irnos" en cualquier momento; en el camino de la vida, nunca volvemos al mismo lugar, por lo tanto, las grandes oportunidades se presentan una sola vez.
Tras las visitas con mi abuelita, me marchaba con una profunda satisfacción y una sensación de plenitud interior; cada palabra compartida había sido escuchada con atención, y al relatar sus vivencias y experiencias, siempre nos dejaba, a todo aquél que la visitara, con el precioso regalo de una reflexión llena de sabiduría. Sentía que mi espíritu se enriquecía y deseaba quedarme un poco más para seguir disfrutando de su compañía.

Mi abuelita enfrentó sus desafíos con una actitud admirable; nunca se quejó de sus circunstancias. Si algo podías hacer, te alentaba a hacerlo; si no sabías cómo, te animaba a aprender y enseñar. Su vida fue un ejemplo de coherencia entre sus palabras y acciones.
Cuando notaba que la conversación se estancaba en temas problemáticos o sin sentido, ella proponía cambiar el rumbo hacia temas más interesantes y te guiaba con preguntas para conocer más sobre tus propósitos de vida: "¿Cómo te esta yendo en el trabajo? ¿Cómo va la escuela? ¿Cuál es tu plan de vuelo?"
Era experta en resaltar tus virtudes, aplaudir tus talentos y celebrar tus éxitos. Así transmitía felicidad y disfrutaba al máximo de los momentos compartidos. Creo que esta es una de las razones por las cuales pudo partir en paz, sabiendo que había expresado todo su amor a sus seres queridos.
En memoria de mi querida abuelita, María Elisa Arteaga Campos.
Comments