Ofrenda al Legado, Una Meditación del Alma
- aleegsrr
- 30 may
- 2 Min. de lectura
Me siento al comienzo de la meditación y pido que lo que surja en este círculo me conduzca a reflexión y aprendizaje. Volver la mirada hacia uno mismo puede ser intenso y confrontativo.
Volteo a ver a mi maestra del momento y pienso en las grandes maestras que he tenido en mi camino, y cómo estas mujeres que me han acompañado en mi propio crecimiento, entendimiento y proceso personal, habrán trazado su camino; me pregunto si algún día llegaré a tener esa sabiduría y fuerza para sostener como ellas lo hacen.
Inicia la meditación, el adentramiento a este espacio donde no hay más distracciones, simplemente un compromiso de estar conmigo misma compartiendo con todos los demás que están presentes, la disposición a vivir una experiencia sin juicio y con respeto al instante.

A medida que la meditación fluye, las emociones brotan sin bloqueo y con apertura: unas luchan, otras se abandonan al vaivén y muchas llegan como un abrazo cálido; todo danza y todo sigue su curso. Y en este fluir, también hay una sensación mágica de conexión; estoy aquí, con un grupo que habita el mismo tiempo, el mismo espacio, habitando un mundo donde todos tenemos la misma luna y recibiremos el mismo sol.
Hago contacto con mi propia medicina interior, rindiéndome al espacio. Y, con alegría agradezco la oportunidad de regalárme este contacto. Sigo las instrucciones de la meditación y escucho la voz de mi centro.
Llega a mi pensamiento el recuerdo de mi abuela... y lloro en mi interior. En un diálogo interno le expreso cuánto la he extrañado, la he tenido presente y cómo su partida me ha hecho sentir sola en ocasiones y entonces le pregunto ¿qué hago cuando la soledad me envuelve? Y conecto con una hermosa reflexión, que aparece de forma estructurada y clara:
"Cuando estamos solos, son buenos momentos para recordar con amor a los seres queridos que han partido."
Surgen entonces otras preguntas: ¿cómo puede uno avanzar sin cargar con el dolor que acompaña la partida de un ser querido?, ¿qué podemos hacer para no vivir en tristeza o duelo? Estas preguntas son seguidas por un silencio.

Y entonces, sucede algo hermoso, llega a mi mente mi maestra de la meditación, quien preparó el espacio de la meditación con un hermoso altar decorado con flores, frutas y semillas simbolizando una ofrenda. Y entonces comprendo:
"La resignación puede nacer del acto de ofrendar el legado de quienes amamos. Ofrendar en palabras, en acciones, en el recuerdo que mantenemos vivo."
Comprendo que nadie escapa al duelo ni a la separación. Toda forma de vida es un momento, y hoy, somos simplemente eso: vida. Vida manifestada en cuerpo, mente y espíritu; somos seres que respiramos, amamos, abrazamos, convivimos y conectamos...
La vida es una ceremonia que merece respeto y compromiso. En el respeto conecto, en el amor encuentro, en el odio mi ciego y en el miedo me pierdo. Sostenerse en la vida merece: humildad, compasión y templanza; donde todos somos maestros y alumnos tanto para nosotros mismos como para los demás, y siempre somos humanos, tú y yo.
Dedico el presente artículo a todos aquellos que se encuentran en una búsqueda de su camino. Que éste se ilumine en cada paso.
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